¡Reciban una cordial bienvenida amigas y amigos! Es un placer compartir con ustedes esta reflexión sobre la Palabra de Dios para este primer domingo del año litúrgico, el primer domingo de Adviento. En el Evangelio según San Marcos encontramos buenas noticias en palabras que han creado ansiedad a muchos cristianos debido a las malas interpretaciones en cuanto a los últimos tiempos antes de la segunda venida de Cristo.
Pero el Adviento es un tiempo de espera, de expectativa esperanzada, mientras recordamos que el Redentor prometido vino a la tierra por primera vez en un pesebre, y también porque esperamos su segunda venida en gloria. permítanme leerles la lectura para hoy.
El Santo Evangelio según San Marcos, el capítulo 13. (24-37)
Gloria a ti, oh Señor.
“Pero en aquellos días, pasado el tiempo de sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales temblarán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Él mandará a los ángeles, y reunirá a sus escogidos de los cuatro puntos cardinales, desde el último rincón de la tierra hasta el último rincón del cielo. »Aprendan esta enseñanza de la higuera: Cuando sus ramas se ponen tiernas, y brotan sus hojas, se dan cuenta ustedes de que ya el verano está cerca. De la misma manera, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está a la puerta. Les aseguro que todo esto sucederá antes que muera la gente de este tiempo. El cielo y la tierra dejarán de existir, pero mis palabras no dejarán de cumplirse.
Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre.
Por lo tanto, manténganse ustedes despiertos y vigilantes, porque no saben cuándo llegará el momento. Deben hacer como en el caso de un hombre que, estando a punto de irse a otro país, encargó a sus criados que le cuidaran la casa. A cada cual le dejó un trabajo, y ordenó al portero que vigilara. Manténganse ustedes despiertos, porque no saben cuándo va a llegar el señor de la casa, si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana; no sea que venga de repente y los encuentre durmiendo. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Manténganse despiertos!”
El Evangelio de Nuestro Señor.
¡Alabado seas, oh Cristo!
Gracia y paz son a ustedes de Dios Creador y de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Ciertamente, este ha sido un año muy diferente en todos los aspectos. En particular, vemos lo extraño que es, en la forma en que celebramos nuestras fechas especiales como Acción de Gracias. En otros años anteriores, teníamos de repente un video chat por un tiempito con algunos miembros de la familia, pero ¿con todos ellos por videoconferencia? De Verdad?
Muchos de nosotros ni siquiera cocinamos un pavo completo, ¡y otros tienen para comer de las sobras por varias semanas!
Desafortunadamente, parece que la próxima Navidad será muy parecida a nuestro Día de Acción de Gracias.
Ciertamente hemos estado aprendiendo mucho durante esta pandemia, no solo cómo mantenernos físicamente seguros, sino también más sobre nosotros mismos interna e integralmente.
Nuestra lectura del Evangelio de hoy nos llama a reflexionar sobre el significado de los tiempos. Nos lleva a este momento del ahora, y el todavía no. Jesús estaba prediciendo algo que estaba por suceder durante la primera generación de lectores, la destrucción del templo. Algo muy importante para los judíos. Pero también hizo referencia al fin de los tiempos, sin embargo nos anima a no preocuparnos del “cuándo en el futuro” sucederá esto, sino a centrarnos en cómo vivimos nuestras vidas en nuestro tiempo presente. Cualquier pretensión de encontrar o incluso enseñar sobre el fin de los tiempos, la Segunda Venida de Cristo, es pura especulación inútil.
Hemos escuchado una gran cantidad de especulaciones este año, sobre el Covid 19, sobre las elecciones presidenciales, sobre soluciones para el odio y la violencia civil, de nuestro bienestar psicológico durante la cuarentena, y mucho más. Nos hemos visto seriamente trastornados este año. Es en este esta interrupción o este trastorno donde podemos ver a Dios. Dios irrumpió en nuestra humanidad encarnándose como Jesús de Nazaret, nacido en Belén de Judea. El mundo no ha sido el mismo desde entonces, fue trastornado.
Jesús nos llama hoy a sus discípulos a tener cuidado, a ser vigilantes y más que nunca, a estar conscientes de aquellas cosas que pueden dañarnos física, emocional y espiritualmente.
Jesús nos llama a estar alertas para que podamos ver en esta interrupción la mano de Dios a nuestro alrededor. Nos preparamos mientras esperamos a que se acerque el nuevo tiempo en el que, como pueblo de Dios, se nos dará una nueva oportunidad con un gran potencial para ser mejores discípulos, mejor iglesia.
Jesús nos llama a estar despiertos para que podamos ver nuestra vergüenza y culpa a causa de nuestra propia maldad, miedo y duda, siendo interrumpidos, trastornados por el poder firme, sanador y redentor del Cristo vivo que regresa.
Esta interrupción de Dios nos ha liberado para trabajar en el Reino de amor de Dios. No podemos hacer otra cosa que responder a esos trastornos siendo el pueblo de Dios, esperando esas cosas siempre nuevas en nuestras vidas y sin preocuparnos por la segunda venida de Jesús en gloria, porque hay mucho que queremos hacer. ¡Amén!
Oremos,
Dios amoroso, renovador de la vida, gracias por inculcarnos tu paz, que nos trae esperanza para hoy y para el futuro. Gracias por tu Espíritu Santo que nos ayuda a mantenernos despiertos. A medida que continuamos haciendo discípulos de Cristo a otras personas. Abrenos puertas y caminos para que trabajemos mientras esperamos. Sé con aquellos que hoy pueden estar necesitando sentir tu abrazo amoroso, para que así puedan estar felices de estar despiertos nuevamente. Oramos todo esto en el nombre de Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, un solo Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Gracias nuevamente por mirar esta reflexión y por sus comentarios cada semana. Hasta la próxima, quédense con la bendición de Dios:
El Señor te bendiga y te guarde. El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia. El Señor alce hacia ti su rostro y te conceda la paz. Amén.