Hola y gracias por presionar aquí para escuchar el mensaje de hoy. Estamos conmemorando el Domingo de Pentecostés. Como Jesús había prometido a sus discípulos, ellos recibieron el poder del Espíritu Santo. Nunca fueron los mismos después de eso. Permítanme leer una de las lecciones de hoy.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Una lectura de los Hechos de los Apóstoles el Capítulo 2, versículos 1 al 6
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un solo lugar. Y de repente, del cielo, llegó un sonido como el de un viento violento, que llenó toda la casa donde estaban sentados. Lenguas divididas, como de fuego, aparecieron entre ellos, y una lengua descansaba sobre cada uno de ellos. Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, ya que el Espíritu les dio la habilidad. Ahora había judíos devotos de todas las naciones bajo el cielo que vivían en Jerusalén. Y ante este sonido, la multitud se congregó y quedó desconcertada, porque cada uno los escuchó hablar en el idioma nativo de cada uno ”.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
Gracia y paz son a usted de nuestro Padre en los cielos, y de su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Mi papá era pastor, pero también hizo ministerio de radio. Recuerdo que cuando era niño, tenía un programa dirigido a las familias. Mi mamá, mi hermana y yo estábamos todos involucrados. Lo que nunca olvidaré es el momento en que escuché mi propia voz después de la primera grabación que hicimos. Solté una carcajada cuando escuché el sonido de mi voz. No era mi voz, era otra persona. O al menos, eso es lo yo que pensé. Fue cómico. ¿Por qué mi voz era tan diferente? ¿Era un truco que me estaban jugando? Bueno no, no lo era. Años más tarde supe que la voz que solía escuchar cada vez que yo hablaba, era un sonido que resonaba a través de mis propios huesos, mis canales sinusales y mi cráneo, y no solo lo escuchamos en nuestros tímpanos como lo hacemos con otros sonidos. Por eso, sí, la escuchamos diferente. Durante muchos años, trabajé en la radio y me acostumbré a escuchar mi otra voz, tal vez la que escuchan ahora.
Pero hay otra voz que tengo, una que tiene un propósito, una que hablo en nombre de los demás, una que hablo en nombre de Aquel que me llamó para hablar de manera diferente. Sobre esa voz es en lo que me gustaría basar mi reflexión para hoy.
Los discípulos de Jesús encontraron su voz ese domingo de Pentecostés, y en esa casa particular donde estaban reunidos para orar. Pentecostés era una gran fiesta para los judíos y, como leíamos anteriormente, personas de todo el mundo venían para esa celebración. Entonces el poderoso regalo de Jesús les llegó como Jesús les había prometido. Se escuchó un fuerte ruido y la gente de la calle y los vecinos vinieron a ver qué había sucedido. Ahora aquí está lo sorprendente. Todo el milagro de los idiomas o lenguas no era necesariamente el hecho que los discípulos les hablaran en su idioma, pero que las personas que llegaron a ver, “escucharon y entendieron” claramente el mensaje acerca Jesús de Nazareth. Ahí está, se trata de la comprensión. Podríamos decir que era el mismo sonido pero cada uno entendiéndolo de manera diferente.
Esta semana miramos en las noticias sobre diferentes sonidos. Los cohetes espaciales hacen mucho ruido cuando son lanzados como el SpaceX Falcon 9. Por otro lado, los disturbios en todo el país que protestan contra el abuso de poder y la brutalidad se escuchan fuerte y claro … ¿o no? El Dr. Martin Luther King Jr. solía decir que esa era la voz de los no escuchados. Aunque ciertamente no aprobamos la violencia que ha afectado a las negocios locales, incluso a las negocios de gente de ascendencia africana, algunos de nosotros entendemos eso.
Hubo mucha violencia también durante el tiempo de Jesús. Hubo discriminación y opresión injusta que Jesús experimentó y finalmente lo llevó a su muerte. Sus discípulos estaban aterrorizados y sin palabras. El Pentecostés fue la forma en que Dios les dio su voz para que hablaran. Iban a ser perseguidos, muy probablemente, y lo fueron. Iban a sufrir y ser encarcelados, y lo fueron. Probablemente iban a ser asesinados por eso, y los los mataron.
Eso no significa que todos los seguidores de Jesús tengan que tener el mismo destino. Pero así como estábamos acostumbrados a “hacer iglesia” de una manera, antes de esta pandemia del Covid 19, ahora estamos aprendiendo a “ser iglesia” de manera diferente. Nuestra voz ha cambiado, ahora nos vemos obligados a estar en línea, transmitir en vivo, a grabar mensajes en las redes sociales y YouTube, y a reunirnos por videoconferencia.
Sin embargo, esos son medios, formas de comunicarse, pero ¿cuál es el mensaje que los cristianos, luteranos en nuestro caso, estamos llamados a hablar? Nuestros oyentes escucharán algo y tal vez entiendan otro. Aquí es donde tenemos que confiar en el Espíritu de Dios para guiar el camino. La voz del Espíritu es una voz de la verdad, la belleza y la bondad. Una voz de perdón, de arrepentimiento y de unidad.
Mientras buscamos encontrar nuestra propia voz, la voz que hemos sido llamados a compartir en voz alta y clara, les dejo con las palabras del profeta Miqueas: “Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:
Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios”. Amen
Oremos,
Dios justo y bondadoso, nosotros, tus hijas e hijos, todavía tenemos mucho que aprender. Que tu Espíritu nos guíe a escuchar las voces correctas. Estamos escuchando tantos sonidos que es muy confuso. Danos sabiduría y valor para hablar tu verdad. Guíanos a hacer justicia, a amar la bondad y a caminar humildemente ante ti, Señor. Confiamos en tu poder y que tu voz hablará a través de nosotros. Todo esto oramos en el nombre de Jesucristo, tu Hijo amado, y nuestro Señor y Salvador, Amén.
Hasta la próxima, quédense con la bendición de Dios:
El Señor te bendiga y te guarde.
El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia.
El Señor alce a ti su rostro y te conceda la paz! Amen.
+ Bp. Pedro
Rev. Pedro Suarez, Bishop
Florida-Bahamas Synod, ELCA