Saludos y gracias por permitirme compartir mi mensaje del domingo con ustedes hoy. Este es el domingo de la Ascensión de nuestro Señor. En la lectura del evangelio de hoy, Jesús se despide y les pide a sus discípulos que esperen en Jerusalén por un regalo que les estaba enviando. Pero escuchemos la lectura de hoy.
El Santo Evangelio según San Lucas 24: 44-53
Gloria a ti, oh Señor.
“Luego les dijo: —Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos. Entonces hizo que entendieran las Escrituras, y les dijo: —Está escrito que el Mesías tenía que morir, y resucitar al tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Comenzando desde Jerusalén, ustedes deben dar testimonio de estas cosas. Y yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Pero ustedes quédense aquí, en la ciudad de Jerusalén, hasta que reciban el poder que viene del cielo. Luego Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta Betania, y alzando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se apartó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de adorarlo, volvieron a Jerusalén muy contentos. Y estaban siempre en el templo, alabando a Dios.”
El Evangelio de nuestro Señor!
Alabado seas, oh Cristo.
Gracia paz son a ustedes de nuestro Padre en los cielos y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Hay algo especial en los ojos de los papás y mamás. Cuando ven por primera vez a su hijo recién nacido, su mente busca cualquier cosa que pueda ser especial sobre su bebé. Y ahí no se detiene la cosa, a medida que crecen, seguimos viendo habilidades especiales en ellos, cosas en las que son buenos. Los niños también lo notan, por lo que les gusta presumir cualquier habilidad nueva con sus padres y abuelos.
A medida que crecemos, podríamos desarrollar más esas habilidades o no. Incluso si lo hacemos, siempre hay alguien mejor que nosotros.
Quizás esa necesidad de presumir ante mis padres fue lo que me metió en problemas. Recuerdo que no me gustaba que me enviaran a mi habitación. Era tan aburrido. Qué barbaridad, cómo han cambiado las cosas! Hoy, es todo lo contrario, no podemos sacar a esos jóvenes de sus habitaciones y desconectarlos de sus celulares y aparatos.
Cuando Jesús les pidió a sus discípulos que se quedaran en Jerusalén y esperaran, – aunque no estaban siendo disciplinados- no sé cómo podrían haberlo tomado, pero según nuestra lectura del Evangelio, dejaron el lugar donde vieron a Jesús por última vez, felizmente, con gran alegría, leemos. ¡Imagínense! ¡Y ni siquiera tenían internet en Jerusalén en ese entonces mientras esperaban!
La otra cosa que veo es que tuvieron que esperar para recibir una “carga de energía especial” para cumplir su misión. Debían recibir el “poder del Espíritu Santo”. El mismo poder de Jesucristo. Sabían que si él estaba prometiendo eso, era cierto, porque siempre cumple sus promesas. ¡Por eso estaban felices!
Es así como pudieron hacer estas cosas “especiales” con sus nuevas “habilidades especiales”. Entonces los pobres recibieron buenas noticias, los cautivos fueron liberados, los ciegos recuperaron la vista y los enfermos recobraron la salud. ¡Esas son grandes habilidades!
Pero lo más importante que podemos sacar de esta lección de hoy es que, ese poder para hacer esas maravillas especiales no era realmente propio de los discípulos, es el poder de Cristo a través de su Espíritu dado a sus seguidores.
Muchos de nosotros estamos pidiendo esas habilidades especiales para impulsarnos a nosotros mismos y a nuestras iglesias durante esta pandemia, ya sea que su congregación todavía esté adorando solo en línea, o lenta y cuidadosamente comience a reabrir. Todo lo que pedimos es que cualquier cosa que hagamos, recordemos que no es por nuestros propios poderes o habilidades especiales, sino que nosotros, la gente común, queremos ser una en propósito con Jesucristo. Queremos poder decir con orgullo: ¡Mira lo que estamos haciendo por ti, Dios! ¡Al fin y al cabo, todo es hecho por el poder de Jesús! Amén.
Oremos,
Todopoderoso y bondadoso Dios, tus hijos te amamos y solo deseamos complacerte. Continúa dándonos el poder de tu Espíritu y llénanos de él, para que podamos ser tus embajadores de amor y bondad, en un mundo que lo necesita desesperadamente. Ayúdanos a llegar a los necesitados, los enfermos y los solitarios. Protégenos de todos los peligros, incluido este virus feroz. Ahora nos encomendamos a ti una vez más, en el nombre del Padre, y del Hijo, (+) y del Espíritu Santo. Amén.
Hasta la próxima, quédense con la bendición de Dios.
El Señor te bendiga y te guarde.
El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia.
El Señor alce a ti su rostro y te conceda la paz! Amen.